Los comensales esperaban con ansiedad que
hiciera el brindis. Pensé en trasmitirles mi emoción, festejábamos el
nacimiento de mi primer nieto nacido en la misma tierra que mi padre. Intente
imaginar que pensaría ese niño de 13 años, en 1926, al subir, en el puerto de Barcelona, al “Duca D’Aosta”
acompañando a su familia a “hacer
Viejo querido, cuantas preguntas quedaron sin formularte…
Mi silencio provocaba miradas intrigantes, algunos apoyaban la copa de vino en la mesa, otros la alzaban más alto para incentivarme a decir algo, comprendí que no podía esperar más, cerré los ojos y grité:
“Salud Daniel, bienvenido a la vida”.